miércoles, 13 de febrero de 2013

Seminario 1: La Naturaleza de la Ciudad Futura

Invitado: Jose Miguel Iribas. 7 de marzo de 2012
Con la presencia y participación de Ángel Luis Fernández, C. Arroyo, F. Espuelas, J.L. Esteban Penelas, J.M. García de Pablos, J.C. Gª Perrote,  F.J. González, E. Hurtado
Relator: Francisco Javier González



Una sesión de estas características con José Miguel Iribas supone un ejercicio en el que se asoman las referencias de los maestros, ( sobre todo de su maestro Mario Gaviria y del maestro de su maestro, Henri Lefevbre) a la vez que el discurso se salpica de ejemplos nada anecdóticos y de anécdotas ejemplares. Ambos forman parte de un todo coherente, fruto de muchos años de reflexión sobre la ciudad y de experiencia directa sobre cómo se produce su transformación desde la práctica profesional. Y bajo estas dos claves hay que situar lo discutido en el seminario organizado por el grupo de investigación Medit-urban que tuvo lugar el 7 de Marzo de 2012 en la Universidad Europea de Madrid.
La propuesta hecha a José Miguel era muy ambiciosa: esbozar las líneas principales de la ciudad deseable, de la que tendríamos que modelar en un futuro próximo. Para ello el invitado dirigió su discurso a través de una primera crítica a la producción teórica sobre la ciudad disponible en la actualidad, de ahí pasó a centrarse en algunas prácticas urbanísticas dominantes en las últimas décadas y con estos preámbulos propuso tres áreas de reflexión sobre una definición de ciudad, concretando sus ingredientes futuros. Veamos con detalle los argumentos expuestos.

Producción teórica y verborrea urbanística.
Para Iribas, de los años 50 a los 70 hay un periodo de producción intelectual sobre la ciudad que contrasta con la “indigencia teórica del Urbanismo” posterior.  Después de este momento histórico no ha habido una reflexión que haya tenido tanta solidez intelectual. A su juicio, las aportaciones más destacables son las de Colin Buchanan, Jane Jacobs, Henri Lefevbre  e  Ivan Illich, y muy especialmente por su riqueza de matices y formulaciones y por la profundidad de sus propuestas la del filósofo francés. Es el primero que se opone al funcionalismo del Movimiento Moderno con un sistema de pensamiento alternativo. Quizá un ejemplo de su capacidad crítica se encuentra en el texto “Elogio de la Taberna” que forma parte del libro” Introducción a la modernidad”(1962), en el que Lefevbre defiende que con la pérdida del mestizaje se pierde la esencia de la ciudad. La taberna de abajo es el lugar de encuentro donde te fían, los amigos se ven, donde se produce la mezcla social.
Durante los 70 en España estuvo muy presente el pensamiento del primer  Manuel Castells, con su ortodoxia marxista que encajaba mal al intentar explicar las realidades complejas pero que por lo menos construía un corpus teórico globalizante.
A partir de ahí la reflexión urbana “forma parte de recetas de merchandising”, pensadas directamente para vender. Es el caso del concepto de Smartcity, detrás del cual hay una serie de “gadgets” para regular los procesos urbanos que se proponen como respuestas a los problemas de la ciudad. Estas formulaciones forman parte de un cajón de sastre de aparatos conceptuales limitados, más que constituir un sistema de pensamiento. En el mejor de los casos definen fenómenos concretos y en el peor son meras entelequias.  Según Iribas, todos ellos son fruto de lo que podíamos llamar verborrea urbanística. Por mencionar algunos de estos conceptos podríamos señalar los de “erritorios en red”, “smartcities”, “colaboración competitiva”, “self-sufficient cities”, “ciudades compartidas”, “participación colaborativa”, “ciudad de negocios”, etc.

Contra la política de Eventos Urbanos.
 Con este telón de fondo y partiendo de este último concepto Iribas señala que otra cosa diferente a la “ciudad de negocios” es entender que existe “el negocio de la ciudad”.  Reconocer la ciudad como un espacio económico es una de las líneas fundamentales de la práctica urbanística. Y este es un aspecto claro en las ciudades en las que el turismo tiene un especial peso económico. Las políticas de los últimos años ligados a la arquitectura y el urbanismo espectáculo como modo de captar ingresos del turismo ha sido dominante en el discurso sobre la competitividad urbana. Las políticas de Eventos Urbanos han sido el motor aparente de transformaciones urbanas en las últimas décadas.
Iribas plantea que el enfoque de estos planteamientos es erróneo porque el turismo es “un negocio de gestión del tiempo y no tanto del espacio”. Para él, el factor fundamental de éxito es la posibilidad de generar secuencias temporales de actividades y que estas sean alternativas y complementarias. En ese sentido la ciudad ha de proporcionar masa crítica de actividades que poder ofertar con suficiente variedad. En las ciudades densas y dinámicas esta programación de actividades se produce de un modo espontáneo y sin embargo tanta variedad es muy difícil de programar de forma artificial, en recintos controlados y con agentes singulares que gestionen dichas actividades. Una ciudad como Londres puede generar aproximadamente el 16% de su PIB dedicado a actividades turísticas, mientras que en una ciudad como Valencia, con su oferta muy focalizada el sector turístico aporta el 2,5% aproximadamente. En definitiv, lo que Iribas viene a proponer como fundamental, es que se reconozca a la ciudad en su conjunto como un escenario susceptible de generar negocio.

Mi concepto de ciudad
Con este aspecto como uno de los puntos de partida para formular las ciudades en los próximos años José Miguel propone una definición de Ciudad a partir de la que plantear tres líneas de reflexión sobre evoluciones futuras. Según Iribas la Ciudad es “ la plasmación en el espacio de un proceso histórico de acumulación de personas y de elementos materiales e inmateriales mediante
una disposición física y formal específica e irrenunciable caracterizada por la presencia de factores que favorecen los intercambios
”. De aquí se deducen tres líneas de discusión:
1)      La condición de agregación de los elementos materiales e inmateriales. La presencia de lo material y la intervención sobre él (que en la profesión de arquitecto es fundamental y dominante) es un elemento fundamental pero no único. Al mundo de lo material pertenecen las infraestructuras, las dotaciones, el espacio público, y los espacios colectivos. Estos últimos son claves en la configuración de la ciudad. Para Iribas los espacios colectivos (siguiendo la definición de Solá-Morales), son el interfaz entre el espacio privado y el espacio público: “es el elemento crucial que genera el flujo en la ciudad, a diferencia del espacio público que lo canaliza”. Así, en la práctica urbanística reciente el fracaso de las periferias se explica entre otras cosas por “su renuncia absoluta al espacio colectivo, espacio este que vendría siempre apoyado sobre la base de la integración de los elementos productivos en los elementos urbanísticos”.
Por otro lado, los elementos inmateriales se explican a partir de la condición de ciudadanía de sus habitantes. Una ciudad son sus ciudadanos y eso implica que existe una voluntad colectiva de hacer algo. “las ciudades con propósitos compartidos concretos funcionan mejor”. Sobre esta base, es importante que exista una personalidad carismática reconocible, que no siempre está referenciada hacia hitos históricos, sino más bien hacia el entendimiento de ese propósito compartido. Ciudades como Madrid tienen en la hospitalidad una identidad carismática. “Son acogedoras, se pregunta qué haces, no de dónde vienes”. Y no sólo la ciudad en su conjunto sino los barrios, tal y como señalaba Abraham Moles, son una unidad de personalidad carismática. Por último los intercambios económicos, junto a los  afectivos, culturales y políticos forman parte de estos elementos inmateriales de la ciudad.
2)      En cuanto a la disposición espacial y funcional de estos elementos Iribas reconoce los siguientes atributos:
a.      Compacidad.
b.      Continuidad, más importante en el espacio mediterráneo y menos en las culturas urbanas que han construido un espacio rururbano.
c.      Alta densidad.
d.      Mestizaje
e.      Una escala viaria adecuada, con dimensiones que faciliten el encuentro.
f.       Una distribución racional de las funciones urbanas y económicas, que en general se produce de un modo espontaneo dadas determinadas circunstancias pero que, en otras ocasiones, ha de ser canalizada. Esto es propio de ciudades cuyos centros de actividad han sido desplazados o han emergido como un fenómeno novedoso.
g.      Una ordenación jerarquizada del espacio. La ciudad tiene jerarquías de todo tipo y estas han de estar articuladas de algún modo. La igualación homogeneizadora es una utopía que no es aplicable de forma directa a la ciudad.
3)      En cuanto a los intercambios para los que se organizan estos elementos urbanos Iribas identifica diversos tipos, argumentando que “la ciudad que no genera actividades es una ciudad que no interesa”. Para ello los requisitos pasan por tener:
a.       Un espacio público cuantitativa y cualitativamente adecuado. Siguiendo a Jane Jacobs, el encuentro en la calle es el elemento principal de la sociabilidad; y a partir de ella se generan todo tipo de intercambios, entre ellos los económicos.
b.      Un equilibrio democrático, que implica la aceptación de la diferencia.
c.      Una organización convivencial, esto es, un modelo normativo que asegure la urbanidad, como expresión de un comportamiento civilizado.
d.      Un sustrato legal y social básico que garantice la libertad de los comportamientos políticos.

La ciudad convivencial
La reflexión sobre estas cuestiones lleva a José Miguel Iribas a proponer un referente urbano, recuperando el concepto de convivencialidad de Ivan Illich. Según él,  Illich lleva este concepto más allá del de convivencia, pues incluye el problema del reparto social de la riqueza y los recursos. A partir de ahí establece una serie de elementos que, a su entender, ha de cumplir la ciudad para expresar este desiderátum de ciudad, que es “el que cumple mejor las condiciones de habitabilidad y funcionalidad de las actividades que en ella se desarrollan. Concretando, Iribas señala las siguientes exigencias sobre la ciudad convivencial. Esta ha de ser:
a.      Una ciudad territorialmente concernida, esto es, medioambiental y paisajísticamente contextualizada. Esto es especialmente importante en las ciudades y territorios turísticos, donde loque visualmente es más agrsivo puede ser lo más apropiado desde el punto de vista de la articulación territorial.
b.      Medioambientalmente sostenible, con una huella reducida. La herramienta para ello es el diseño y no el artefacto que regula los procesos, el “gadget”urbano.
c.     Funcionalmente eficaz y que reduce los costes de los servicios.
d.     Capaz de generar impulso económico y de modernización de su aparato productivo. Resolver la ecuación económica sobre de que va a vivir una ciudad es una de los requisitos básicos de la práctica urbanística.
e.      Capaz de asegurar el máximo equilibrio social y atenuar desigualdades y problemas. En este sentido el urbanismo tiene mucho que decir ya que es uno de los mecanismos clásicos de distribución de la renta acumulada, a través de la producción de equipamientos, vivienda barata, etc. En el proceso de transformación urbano.
f.       Solidaria con las minorías y grupos sociales más débiles. Las han de ser construidas con criterios de servicio universal, atendiendo a grupos para los que la vida cotidiana se da en un entorno habitualmente hostil.
g.      Segura para los ciudadanos,
h.      Una ciudad con un espacio público de calidad, que estimule y proteja los espacios colectivos.
¿Qué metodología es necesaria para concebir esta ciudad futura?. Entre otras cosas, con parámetros cuantitativos, pero también con indicadores capaces de establecer una lectura cualitativa de las propuestas. Según Iribas, con estos mimbres y requisitos es con los que se ha de proyectar y gestionar las ciudades futuras para poder decir que son convivenciales en el sentido profundo del término definido por Illich.


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