Invitado: Jose Miguel Iribas. 7 de marzo de 2012
Con la presencia y participación de Ángel Luis Fernández, C. Arroyo, F. Espuelas, J.L. Esteban Penelas, J.M. García de Pablos, J.C. Gª Perrote, F.J. González, E. Hurtado
Relator: Francisco Javier González
Una sesión de estas
características con José Miguel Iribas supone un ejercicio en el que se asoman las
referencias de los maestros, ( sobre todo de su maestro Mario Gaviria y del
maestro de su maestro, Henri Lefevbre) a la vez que el discurso se salpica de
ejemplos nada anecdóticos y de anécdotas ejemplares. Ambos forman parte de un
todo coherente, fruto de muchos años de reflexión sobre la ciudad y de
experiencia directa sobre cómo se produce su transformación desde la práctica
profesional. Y bajo estas dos claves hay que situar lo discutido en el
seminario organizado por el grupo de investigación Medit-urban que tuvo lugar
el 7 de Marzo de 2012 en la Universidad Europea de Madrid.
La propuesta hecha a José Miguel
era muy ambiciosa: esbozar las líneas principales de la ciudad deseable, de la
que tendríamos que modelar en un futuro próximo. Para ello el invitado dirigió
su discurso a través de una primera crítica a la producción teórica sobre la
ciudad disponible en la actualidad, de ahí pasó a centrarse en algunas
prácticas urbanísticas dominantes en las últimas décadas y con estos preámbulos
propuso tres áreas de reflexión sobre una definición de ciudad, concretando sus
ingredientes futuros. Veamos con detalle los argumentos expuestos.
Producción teórica y verborrea urbanística.
Para Iribas, de los años 50 a los
70 hay un periodo de producción intelectual sobre la ciudad que contrasta con
la “indigencia teórica del Urbanismo” posterior. Después de este momento histórico no ha
habido una reflexión que haya tenido tanta solidez intelectual. A su juicio, las
aportaciones más destacables son las de Colin Buchanan, Jane Jacobs, Henri
Lefevbre e Ivan Illich, y muy especialmente por su
riqueza de matices y formulaciones y por la profundidad de sus propuestas la
del filósofo francés. Es el primero que se opone al funcionalismo del
Movimiento Moderno con un sistema de pensamiento alternativo. Quizá un ejemplo
de su capacidad crítica se encuentra en el texto “Elogio de la Taberna” que
forma parte del libro” Introducción a la modernidad”(1962), en el que Lefevbre
defiende que con la pérdida del mestizaje se pierde la esencia de la ciudad. La
taberna de abajo es el lugar de encuentro donde te fían, los amigos se ven,
donde se produce la mezcla social.
Durante los 70 en España estuvo
muy presente el pensamiento del primer Manuel Castells, con su ortodoxia marxista que
encajaba mal al intentar explicar las realidades complejas pero que por lo
menos construía un corpus teórico globalizante.
A partir de ahí la reflexión
urbana “forma parte de recetas de merchandising”, pensadas directamente para
vender. Es el caso del concepto de Smartcity, detrás del cual hay una serie de
“gadgets” para regular los procesos urbanos que se proponen como respuestas a
los problemas de la ciudad. Estas formulaciones forman parte de un cajón de
sastre de aparatos conceptuales limitados, más que constituir un sistema de
pensamiento. En el mejor de los casos definen fenómenos concretos y en el peor
son meras entelequias. Según Iribas, todos
ellos son fruto de lo que podíamos llamar verborrea
urbanística. Por mencionar algunos de estos conceptos podríamos señalar los
de “erritorios en red”, “smartcities”, “colaboración competitiva”, “self-sufficient
cities”, “ciudades compartidas”, “participación colaborativa”, “ciudad de
negocios”, etc.
Contra la política de Eventos Urbanos.
Con este telón de fondo y partiendo de este
último concepto Iribas señala que otra cosa diferente a la “ciudad de negocios”
es entender que existe “el negocio de la ciudad”. Reconocer la ciudad como un espacio económico
es una de las líneas fundamentales de la práctica urbanística. Y este es un
aspecto claro en las ciudades en las que el turismo tiene un especial peso
económico. Las políticas de los últimos años ligados a la arquitectura y el
urbanismo espectáculo como modo de captar ingresos del turismo ha sido
dominante en el discurso sobre la competitividad urbana. Las políticas de
Eventos Urbanos han sido el motor aparente de transformaciones urbanas en las
últimas décadas.
Iribas plantea que el enfoque de
estos planteamientos es erróneo porque el turismo es “un negocio de gestión del
tiempo y no tanto del espacio”. Para él, el factor fundamental de éxito es la
posibilidad de generar secuencias temporales de actividades y que estas sean
alternativas y complementarias. En ese sentido la ciudad ha de proporcionar
masa crítica de actividades que poder ofertar con suficiente variedad. En las
ciudades densas y dinámicas esta programación de actividades se produce de un
modo espontáneo y sin embargo tanta variedad es muy difícil de programar de
forma artificial, en recintos controlados y con agentes singulares que gestionen
dichas actividades. Una ciudad como Londres puede generar aproximadamente el
16% de su PIB dedicado a actividades turísticas, mientras que en una ciudad
como Valencia, con su oferta muy focalizada el sector turístico aporta el 2,5%
aproximadamente. En definitiv, lo que Iribas viene a proponer como fundamental,
es que se reconozca a la ciudad en su conjunto como un escenario susceptible de
generar negocio.
Mi concepto de ciudad
Con este aspecto como uno de los
puntos de partida para formular las ciudades en los próximos años José Miguel
propone una definición de Ciudad a
partir de la que plantear tres líneas de reflexión sobre evoluciones futuras. Según
Iribas la Ciudad es “ la plasmación en el espacio de un proceso histórico de
acumulación de personas y de elementos materiales e inmateriales mediante
una disposición física y formal específica e irrenunciable caracterizada por la presencia de factores que favorecen los intercambios”. De aquí se deducen tres líneas de discusión:
una disposición física y formal específica e irrenunciable caracterizada por la presencia de factores que favorecen los intercambios”. De aquí se deducen tres líneas de discusión:
1) La condición de agregación de los elementos
materiales e inmateriales. La presencia de lo material y la intervención sobre
él (que en la profesión de arquitecto es fundamental y dominante) es un
elemento fundamental pero no único. Al mundo de lo material pertenecen las
infraestructuras, las dotaciones, el espacio público, y los espacios colectivos.
Estos últimos son claves en la configuración de la ciudad. Para Iribas los
espacios colectivos (siguiendo la definición de Solá-Morales), son el interfaz
entre el espacio privado y el espacio público: “es el elemento crucial que
genera el flujo en la ciudad, a diferencia del espacio público que lo
canaliza”. Así, en la práctica urbanística reciente el fracaso de las
periferias se explica entre otras cosas por “su renuncia absoluta al espacio
colectivo, espacio este que vendría siempre apoyado sobre la base de la
integración de los elementos productivos en los elementos urbanísticos”.
Por otro lado,
los elementos inmateriales se explican a partir de la condición de ciudadanía
de sus habitantes. Una ciudad son sus ciudadanos y eso implica que existe una
voluntad colectiva de hacer algo. “las ciudades con propósitos compartidos concretos funcionan mejor”. Sobre esta base,
es importante que exista una personalidad
carismática reconocible, que no
siempre está referenciada hacia hitos históricos, sino más bien hacia el
entendimiento de ese propósito compartido. Ciudades como Madrid tienen en la
hospitalidad una identidad carismática. “Son acogedoras, se pregunta qué haces,
no de dónde vienes”. Y no sólo la ciudad en su conjunto sino los barrios, tal y
como señalaba Abraham Moles, son una unidad de personalidad carismática. Por
último los intercambios económicos, junto a los
afectivos, culturales y políticos forman parte de estos elementos
inmateriales de la ciudad.
2) En
cuanto a la disposición espacial y funcional de estos elementos Iribas reconoce
los siguientes atributos:
a. Compacidad.
b. Continuidad, más importante en el espacio
mediterráneo y menos en las culturas urbanas que han construido un espacio
rururbano.
c. Alta
densidad.
d. Mestizaje
e.
Una escala
viaria adecuada, con dimensiones que faciliten el encuentro.
f. Una
distribución racional de las funciones urbanas y económicas, que en general
se produce de un modo espontaneo dadas determinadas circunstancias pero que, en
otras ocasiones, ha de ser canalizada. Esto es propio de ciudades cuyos centros
de actividad han sido desplazados o han emergido como un fenómeno novedoso.
g. Una
ordenación jerarquizada del espacio. La ciudad tiene jerarquías de todo
tipo y estas han de estar articuladas de algún modo. La igualación
homogeneizadora es una utopía que no es aplicable de forma directa a la ciudad.
3) En
cuanto a los intercambios para los que se organizan estos elementos urbanos
Iribas identifica diversos tipos, argumentando que “la ciudad que no genera
actividades es una ciudad que no interesa”. Para ello los requisitos pasan por
tener:
a.
Un espacio
público cuantitativa y cualitativamente adecuado. Siguiendo a Jane Jacobs,
el encuentro en la calle es el elemento principal de la sociabilidad; y a
partir de ella se generan todo tipo de intercambios, entre ellos los
económicos.
b. Un equilibrio
democrático, que implica la aceptación de la diferencia.
c. Una organización convivencial, esto es,
un modelo normativo que asegure la urbanidad, como expresión de un
comportamiento civilizado.
d. Un sustrato legal y social básico que garantice
la libertad de los comportamientos políticos.
La ciudad convivencial
La reflexión sobre estas
cuestiones lleva a José Miguel Iribas a proponer un referente urbano,
recuperando el concepto de convivencialidad de Ivan Illich. Según él, Illich lleva este concepto más allá del de
convivencia, pues incluye el problema del reparto social de la riqueza y los
recursos. A partir de ahí establece una serie de elementos que, a su entender, ha
de cumplir la ciudad para expresar este desiderátum de ciudad, que es “el que
cumple mejor las condiciones de habitabilidad y funcionalidad de las
actividades que en ella se desarrollan. Concretando, Iribas señala las
siguientes exigencias sobre la ciudad convivencial. Esta ha de ser:
a. Una ciudad territorialmente concernida, esto
es, medioambiental y paisajísticamente contextualizada. Esto es especialmente
importante en las ciudades y territorios turísticos, donde loque visualmente es
más agrsivo puede ser lo más apropiado desde el punto de vista de la
articulación territorial.
b. Medioambientalmente sostenible, con una
huella reducida. La herramienta para ello es el diseño y no el artefacto
que regula los procesos, el “gadget”urbano.
c. Funcionalmente eficaz y que reduce los
costes de los servicios.
d. Capaz de generar impulso económico y de
modernización de su aparato productivo. Resolver la ecuación económica
sobre de que va a vivir una ciudad es una de los requisitos básicos de la
práctica urbanística.
e. Capaz
de asegurar el máximo equilibrio social y atenuar desigualdades y problemas. En
este sentido el urbanismo tiene mucho que decir ya que es uno de los mecanismos
clásicos de distribución de la renta acumulada, a través de la producción de
equipamientos, vivienda barata, etc. En el proceso de transformación urbano.
f. Solidaria
con las minorías y grupos sociales más débiles. Las han de ser construidas
con criterios de servicio universal, atendiendo a grupos para los que la vida
cotidiana se da en un entorno habitualmente hostil.
g. Segura
para los ciudadanos,
h.
Una ciudad
con un espacio público de calidad, que estimule y proteja los espacios
colectivos.
¿Qué metodología es necesaria
para concebir esta ciudad futura?. Entre otras cosas, con parámetros
cuantitativos, pero también con indicadores capaces de establecer una lectura
cualitativa de las propuestas. Según Iribas, con estos mimbres y requisitos es con los que se ha de proyectar y gestionar las ciudades
futuras para poder decir que son convivenciales en el sentido profundo del
término definido por Illich.
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